Por Dayana Mendizabal
La Casa de los Azulejos, también conocida como el Palacio de los Condes del Valle de Orizaba, se erige como una joya arquitectónica en el centro histórico de la Ciudad de México. Su imponente presencia entre las calles peatonales de Madero y Cinco de Mayo atrae a visitantes y locales por igual, no solo por su legado histórico sino también por su distintiva fachada cubierta de azulejos de talavera poblana.
Construido durante la época virreinal, este palacio fue la residencia principal de los Condes del Valle de Orizaba en el siglo XVIII. Sin embargo, es en este mismo período cuando un descendiente de la familia decide revestir toda la fachada del edificio con azulejos, transformándolo en el icónico Palacio Azul que conocemos hoy en día.
A lo largo de su historia, la Casa de los Azulejos ha sido testigo de diversas transformaciones. Desde ser la sede del Jockey Club de México en 1881 hasta albergar la Casa del Obrero Mundial, este edificio ha experimentado cambios de uso sin perder su esencia y elegancia.
En el siglo XX, la Casa de los Azulejos se convirtió en la casa matriz de la reconocida cadena de cafeterías y tiendas departamentales Sanborns. Esta transición no solo preservó su esplendor arquitectónico, sino que también abrió sus puertas al público, ofreciendo un espacio que combina la tradición con la modernidad.
Sanborns, ubicado en la planta baja, ha mantenido el encanto de la cafetería y panadería tradicional mexicana. Abierto todos los días de 08:00 a 22:00 hrs., ofrece a los visitantes la oportunidad de disfrutar de la historia que emana de cada rincón de la Casa de los Azulejos mientras degustan productos de marcas nacionales e internacionales.
La Casa de los Azulejos, con su rica historia y su papel central en la vida de la ciudad, se erige como un símbolo arquitectónico y un destino turístico imprescindible, donde la elegancia del pasado se entrelaza con la vitalidad del presente.