Por Kari Nava
En el siglo XVIII, Adam Smith ya advertía sobre la necesidad de gravar bienes no esenciales como el tabaco, el ron y el azúcar. Hoy, con sólidas evidencias científicas que respaldan la nocividad del consumo de tabaco, alcohol, bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados, los «impuestos saludables» se presentan como una herramienta efectiva para proteger la salud pública.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que estos impuestos no solo reducen el consumo de productos perjudiciales, sino que también generan ingresos fiscales adicionales. Además, a largo plazo, tienen el potencial de disminuir los costos de atención médica y aumentar la productividad laboral. Colombia se destaca como un ejemplo reciente al gravar explícitamente los alimentos ultraprocesados, aplicando un impuesto del 10% que aumentará progresivamente.
El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, y Helen Clark, presidenta del Consejo de la Alianza para la Investigación en Políticas y Sistemas de Salud, resaltan en un artículo la importancia de los impuestos saludables. Señalan que estas medidas pueden salvar vidas, apuntando a las causas de las enfermedades no transmisibles que afectan a más de 40 millones de personas anualmente.
Ejemplos de éxito ya se han observado en diversas partes del mundo. En Turquía, el aumento del precio del tabaco llevó a una reducción del 15,5% en las ventas y un aumento del 124% en los ingresos públicos. Filipinas experimentó una disminución del 33% en el consumo de tabaco gracias a un impuesto fuerte. En México, el impuesto sobre las bebidas azucaradas resultó en una reducción del 9,7% en el consumo.
A pesar de los beneficios evidentes para la salud pública, las industrias del tabaco, alcohol y bebidas azucaradas se oponen a estos impuestos, argumentando su regresividad. Sin embargo, estudios demuestran que los beneficios a largo plazo, como la reducción de costos sanitarios y la mejora de la salud, superan las posibles consecuencias financieras negativas a corto plazo.
Alfredo Palacio, investigador argentino, destaca que los impuestos saludables no se diseñan solo para recaudar, sino como herramientas para abordar problemas graves de salud pública. Ejemplos como el de Timor Oriental, que quintuplicó los impuestos sobre el tabaco y aplicó nuevos impuestos sobre el azúcar, muestran un creciente interés global en estas medidas.
Un estudio en Argentina revela que el aumento de impuestos al tabaco sería la medida más rentable para reducir el consumo, con beneficios económicos significativos. Aunque las industrias resisten, la evidencia respalda la efectividad de los impuestos saludables para salvar vidas, mejorar la salud y generar beneficios económicos a largo plazo. La implementación generalizada de estas medidas podría marcar un hito crucial en la lucha contra las enfermedades no transmisibles y promover un mundo más saludable.