Por Diana Silva
En un hecho extraordinario, las jacarandas de la Ciudad de México están desplegando sus flores en pleno invierno, sorprendiendo a los habitantes al anticipar su florecimiento dos meses antes de lo habitual.
Originarias de Sudamérica, estas majestuosas especies suelen florecer en primavera. Sin embargo, su temprano brote podría atribuirse al inusualmente cálido invierno que está experimentando la capital mexicana, generando diversas alertas entre la comunidad científica y ambiental.
Este fenómeno no es exclusivo de la Ciudad de México, ya que la aparición temprana de flores en árboles se ha vuelto cada vez más común en diferentes partes del mundo. Investigadores de Asia, Europa y América del Norte han relacionado este comportamiento con inviernos más suaves, posiblemente vinculados al calentamiento global. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirmó que 2023 fue el año más cálido registrado, con temperaturas aproximadamente 1.5°C por encima de los niveles preindustriales.
En declaraciones a Wired, el doctor Marcelo R. Pace del Instituto de Biología explicó que el florecimiento temprano de los árboles puede tener efectos perjudiciales. La falta de sincronización con los polinizadores, como colibríes y abejas, podría afectar la polinización, resultando en una menor producción de semillas y frutos. Este desequilibrio podría tener consecuencias ecológicas devastadoras, afectando la cadena alimentaria y debilitando a los propios árboles si el fenómeno se repite de manera frecuente.
Además, el artículo publicado en marzo de 2023 advierte que si la floración anticipada coincide con una estación fría, las heladas podrían dañar las flores, llevando a la falta de producción de frutos. Los efectos iniciales de este cambio en los patrones climáticos podrían ser evidentes a principios de este año.
Según informes de National Geographic, 2024 se pronostica aún más cálido que el año anterior. La revista advierte sobre la posibilidad de que la Tierra supere momentáneamente el umbral de 1.5°C de aumento en la temperatura promedio global, un límite crítico establecido en el Acuerdo de París de 2015. Este escenario sugiere que las consecuencias del cambio climático podrían intensificarse, planteando desafíos aún más significativos para la gestión y la adaptación.
