Científicamente las estaciones del año, son un fenómeno cíclico que marca cambios climáticos significativos a lo largo del año, encuentran sus raíces en el funcionamiento de la órbita terrestre alrededor del sol. Este fenómeno, científicamente explicado, se basa en la inclinación del eje de rotación de la Tierra. Sin embargo, las estaciones del año, tienen su propia explicación mitológica en la tradición de la mitología griega.
La historia comienza con Perséfone, la hija de Deméter, la diosa de la cosecha, y Zeus, el dios supremo del Olimpo. Perséfone personificaba la belleza y la fertilidad, con varios pretendientes, incluyendo dioses como Ares, Apolo, Hermes y Hefesto, la madre de Perséfone, Deméter, la mantuvo alejada de los dioses del Olimpo. Sin embargo, Hades, enamorado, decidió raptarla mientras recogía flores en compañía de otras diosas.
Al descubrir el rapto, Deméter abandonó sus responsabilidades como diosa de la agricultura, sumiendo a la Tierra en la desolación, la pérdida de su hija afectó directamente a la fertilidad de los campos. Un día Helios al ver a Deméter desolada, le reveló el paradero de Perséfone, y Zeus envió a Hermes al inframundo para negociar su liberación. Sin embargo, Perséfone había consumido seis semillas de granada, vinculándola al inframundo.
Como castigo por comer las semillas, Perséfone estaba destinada a pasar seis meses en el Olimpo junto a su madre, donde la tierra florecía, y otros seis en el inframundo con Hades, marcando la estación estéril. Así, el mito explicaba las cuatro estaciones del año. Cuando madre e hija estaban reunidas, la tierra florecía en primavera y verano. La otra mitad del año, cuando estaban separadas, marcaba la llegada de otoño e invierno, tiempos de escasez y descanso para la naturaleza.
Este mito antiguo no solo proporcionaba una narrativa mitológica de las estaciones, sino que también reflejaba la compleja interacción entre los dioses y sus caprichos, así como la conexión entre el mundo divino y las experiencias humanas.