Por Dayana Mendizabal
Tutankamón, el faraón del Antiguo Egipto que reinó entre 1334 y 1325 a.C., se ha convertido en una figura icónica de la historia gracias al asombroso descubrimiento de su tumba casi intacta en 1922 por el arqueólogo Howard Carter. Este joven monarca, que ascendió al trono a la edad de ocho o nueve años, fue el último de su linaje real, hijo del faraón Akenatón y la hermana de este, según pruebas de ADN realizadas a momias halladas en la tumba KV35.
Tutankamón desempeñó un papel crucial en la historia egipcia al reinstaurar la religión politeísta después de las reformas monoteístas de su padre. Casado con su media hermana Anjesenamón, el faraón enfrentó la pérdida de dos hijas durante su reinado. A pesar de su corta vida, Tutankamón dejó un legado significativo al enriquecer y apoyar los cultos religiosos, restaurar monumentos antiguos y trasladar la capital de nuevo a Tebas.
Sufría de varias afecciones de salud, incluyendo una deformidad en el pie izquierdo, osteonecrosis, escoliosis y malaria, factores que contribuyeron a su fallecimiento prematuro a los 18 o 19 años. La tumba de Tutankamón, con más de 5000 artefactos notables, incluida la famosa máscara funeraria, ha cautivado al mundo y despertado un renovado interés en el Antiguo Egipto.
El descubrimiento de la tumba, financiado por Lord Carnarvon, desencadenó una fiebre arqueológica y un interés global en la historia egipcia. Exposiciones internacionales de su ajuar funerario, autorizadas por el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, han viajado por todo el mundo, atrayendo millones de visitantes y consolidando a Tutankamón como una figura central en el imaginario colectivo. A pesar de la popularmente conocida «maldición del faraón», su legado continúa resonando en la historia y la arqueología moderna, y su influencia perdura a través de los siglos.