Tal vez sea ese espíritu infantil que suele acompañar su maldad, producto de una clara incapacidad para pensar un poco más sobre las consecuencias antes de dar rienda suelta a sus deseos y expresar sus impresiones inmediatas, lo que por cierto le hace tan maquiavélico como divertido. Quizás se deba a la autenticidad que saca a relucir cuando asume sus mentiras con todo el descaro del mundo.
El asunto es que a casi sesenta años de haber aparecido por primera vez en Journey into Mystery, se trata de uno de los pocos supervillanos que han trascendido los lineamientos de dicho modelo, evitando caer como consecuencia en el lugar común del superhéroe o el antihéroe, adquiriendo una gran cantidad de matices y por ende abriéndose múltiples posibilidades como personaje.
esto se ha venido cocinando desde en el mundo de las viñetas con títulos como Loki: Where Mischief Lies o Loki: Agente de Asgard, que le despojaron de ese aire de opereta, y se ha visto reforzado por un acertado tratamiento para la pantalla, en mucho gracias al carisma otorgado por Tom Hiddelston, quien le ha interpretado con la consigna de no tomarse tan en serio.
Pero manteniendo los rasgos propios de la naturaleza trágica de su origen cómo hijo adoptivo de Odín; lo cual ya aprovecharon en la popular serie que lleva su nombre, y que sin duda es una de las propuestas más complejas presentadas para la pantalla por el universo Marvel-Disney.
Mismo caso es el del título que hoy nos ocupa, pues a pesar de alinearse con dicha versión live-action, en cuanto a tono y diseño, encuentra la identidad gracias a una divertida mezcla de géneros, luciendo una propuesta visual de aire pop, donde los colores y el tipo de letra son códigos de lenguaje más allá de lo que dicen cómo texto, y se manejan con sutileza los efectos digitales, dejando que por momentos las viñetas invadan los fondos para diferenciar con cierto sentido dramático el entorno.
