Por Diana Silva
En la actualidad, los niños parecen pasar más tiempo frente a pantallas que en la escuela, una tendencia que se ha acelerado en todo el mundo. En Francia, por ejemplo, el consumo digital en el grupo de 1 a 6 años se ha triplicado desde 2011. Este fenómeno genera preocupación entre los padres, quienes, aunque buscan limitar el tiempo de pantalla, se ven enfrentados a contradicciones al dedicar ellos mismos un promedio de cuatro horas y media al día a actividades en línea.
No solo preocupa la cantidad de tiempo dedicado a las pantallas, sino también la calidad de los contenidos consumidos por los niños. La pérdida de autoridad de los padres, a medida que la tecnología cambia los modelos de transmisión de conocimientos, y la competencia tecnológica de los adolescentes añaden tensiones a la relación familiar.
Los efectos negativos de las pantallas en los niños están bien documentados, pero se presta poca atención a las consecuencias para los padres. Estos experimentan estrés, baja autoestima y pérdida de confianza en su rol como educadores y responsables del bienestar de sus hijos.
El concepto de bienestar, originalmente centrado en la esfera médica, ahora abarca diversas áreas de la vida, incluyendo la tecnología. Existen dos enfoques del bienestar: objetivo, que se centra en la calidad de vida medida por indicadores como pobreza y educación; y subjetivo, relacionado con la evaluación personal de la existencia y la sensación de felicidad, que abarca bienestar hedónico y eudemónico.
A pesar de la percepción de la familia como fuente de realización, se investiga poco sobre el bienestar doméstico. La introducción de tecnologías para controlar el tiempo de pantalla puede generar conflictos y desconfianza. Por ello, se propone una comunicación en dos fases: primero, fomentar el intercambio de conocimientos entre padres e hijos sobre el uso de pantallas; segundo, establecer normas familiares consensuadas para un uso equilibrado y adaptado a cada edad.
Además, se destaca la importancia de actividades conjuntas frente a las pantallas para fortalecer los lazos familiares y reducir tensiones. Durante la crisis sanitaria, las familias redescubrieron actividades fuera de la pantalla, como juegos de mesa o deportes, promoviendo un ambiente armonioso y el bienestar eudemónico.
Conciliar bienestar y paternidad en la era digital implica repensar la relación con la tecnología, fomentar la comunicación familiar y buscar un equilibrio entre las actividades digitales y no digitales. Este desafío, aunque presenta presiones y contradicciones, puede abordarse mediante soluciones prácticas que prioricen la calidad del tiempo compartido en familia.