Diez años del Papa Francisco

Se cumplen hoy diez años de aquel 13 de marzo cuando el argentino Jorge Bergoglio elegido papa se asomaba al balcón de la fachada de la basílica de San Pedro y, con un sencillo: «Hermanos y hermanas, buenas tardes», inauguraba una Iglesia con un nuevo vocabulario y al lado de los más necesitados.

Francisco celebra hoy una misa en su residencia, Casa Santa Marta, con los cardenales presentes en Roma, un momento íntimo del que no habrá información ni imágenes, y prosigue normalmente la jornada, que hoy es festiva en el Vaticano, como todos los años desde su elección. En su estilo habitual. No suele celebrar cumpleaños u otras efemérides.

En esta década, el primer papa no europeo y latinoamericano, al que fueron a buscar «al fin del mundo», no ha dejado de sorprender con sus frases coloquiales, improvisaciones y ausencia de protocolo como con sus «viernes de la misericordia», en los que visitaba por sorpresa casas de exprostitutas o enfermos de Alzheimer, pero también sus salidas para comprar zapatos, gafas y discos o el hecho de que nunca se tomado vacaciones.

También ha cambiado la relación con la gente común, como prueban sus llamadas telefónicas: al joven cuya mujer murió en el parto de mellizos o a la madre que acogió en su casa a dos niños con discapacidad, al monasterio de carmelitas españolas, al sacerdote enfermo…

EL PALACIO PONTIFICIO, «UN EMBUDO AL REVÉS»

El primer gesto de una nueva Iglesia fue el de no vivir en el palacio pontificio. «Es como un embudo, pero al revés. Entra sólo quien tiene permiso», dijo el papa en una de sus primeras entrevistas y se quedó a vivir en la residencia que aloja a los prelados de visita al Vaticano, donde almuerza como el resto de residentes en el comedor y recibe sin demasiados fastos.

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