A instantes de que cayera el mediodía, el maestro de ceremonias daba paso a presentar a «Charivari», la compañía circense conformada por un grupo de 13 artistas que, dedicados a diferentes disciplinas y marcados por una historia de vida que se diferencia una de la otra, coincidieron, motivadas y motivados por un mismo propósito; avivar la esencia del circo, pese a las adversidades que el contexto y la contemporaneidad imponen.
La cita tuvo lugar enTras cuatro meses de formación y organización, “Charivari” se creó como parte del programa de Artes del Circo y de la Calle del Centro Nacional de las Artes (CENART); un equilibrista, una contorsionista, un dúo de payasas, una bailarina, un cuarteto de malabaristas, un experto en el látigo, una showgirl y un mago precedieron los show concedidos ayer y hoy.
el pabellón circense del CENART; familias, grupos de amistades, parejas y una que otra personalidad solitaria tomaron asiento para presenciar un show concebido a través de intensas horas de ensayo y preparación, guiado por Anatoli Lokachtchouk Ivashko, “Charivari” mantuvo al filo del por el arte y el circo.
El show comenzó con un acto de equilibrio; el equilibrista trataba de alcanzar una flor sujeta a su sombrero, mientras caminaba por una cuerda floja que lo mantenía por encima de dos metros de la tarima. A continuación, un acto de clown, presentado por una payasa muy divertida, pero con poca noción de la orientación, a la hora de armar su triciclo, activó a las niñas y los niños que corrían presurosos en búsqueda de los caramelos que lanzó a su alrededor.
Más adelante, la payasa volvió al escenario pero, esta vez, acompañada de una colega; dos payasas bailarinas que comenzaron su acto al ritmo de un ballet clásico pero, desobedeciendo a los convencionalismos, remataron sus pasos de baile (integrados por la técnica de puntas) con un homenaje a la cumbia rebajada, aplaudida por las y los espectadores.
Por supuesto, el acto de magia no podía faltar, cuando un ilusionista logró elevar el cuerpo de su ayudante por encima de incalculables metros de altura. Y qué sería de un acto circense sin la presencia de los malabares, desmantelados por los movimientos casi dancísticos entre un grupo de bolas contac, controladas con total desenvoltura por su ejecutor.
Foro: EL UNIVERSAL
El acto de los bastones, protagonizado por una flor que todo tenía menos de inanimada; se trató de una contorsionista que emergía desde la tierra, como si proviniera directamente de la primavera, con un método de elasticidad y flexibilidad se deshizo de las hojas secas que caen una a una durante el otoño y floreció desde el punto más recóndito del pistilo; alrededor, las gesticulaciones de sorpresa permanecieron en el rostro del público.
Por su parte, la bailarina de la compañía sorprendió con una coreografía en la que, paradójicamente, no podía controlar tropezarse a la mínima provocación, rodando por todo el escenario casi como si hubiera sido poseída por Terpiscore, diosa griega de la danza. A su vez, la malabarista de “Charivari” impactó por su dominio y coordinación al controlar el movimiento de siete aros que oscilaban simultáneamente.
Otra de las disciplinas que formaron parte del show fue la interpretación teatral, a través de un acto en donde el objetivo principal era la persecución de un mosquito y su exterminio. También hubo espacio para los acro-malabares, en la que un malabarista puso a prueba su capacidad de manipular un par de clavas para impresionar a la malabarista que lo acompañaba, pero lo que comenzó como un cortejo, terminó convirtiéndose en un acto en que ambos destacaron su talento a través de la complicidad y la unión.
Finalmente, la presencia de los látigos en el escenario con un acto de compleja ejecución, impresionaron a todas y todos los presentes, pues luego de cortar en dos una flor, a partir de un método inquietante de disección, el truco no pudo ser más que sellado con el gran aplauso y reconocimiento de la concurrencia.