Por Dayana Mendizabal
El Águila Real (Aquila chrysaetos), majestuosa especie de la familia Accipitridae y emblema de la fauna mexicana, se encuentra bajo la atenta mirada de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). Más de mil especies avícolas son vigiladas por esta entidad, y más de 300, incluida el Águila Real, están protegidas según la NOM-059-SEMARNAT-2010.
Esta imponente ave, perteneciente al orden Falconiformes, se distingue por su envergadura de 2.15 a 2.27 metros y un peso de 3.8 a 6.6 kilogramos en hembras, siendo estas más grandes que los machos. Su plumaje café oscuro con matices rojizos y cabeza cubierta de plumas lanceoladas le confiere una apariencia única.
El Águila Real tiene una dieta diversa centrada en liebres, aunque también se alimenta de pequeños mamíferos, aves y carroña en épocas de escasez. Para reproducirse, prefiere zonas montañosas con áreas abiertas, construyendo nidos entre 3 y 30 metros de altura en árboles o acantilados.
Su reproducción se da entre enero y principios de febrero, con una puesta de uno a cuatro huevos y una incubación de 43 a 45 días. Los polluelos permanecen en el nido entre 72 y 84 días antes de su primer vuelo.
Aunque distribuida en varios estados de México, la pérdida de hábitat debido a la agricultura y urbanización ha afectado su población. La caza ilegal, el saqueo de nidos y la cacería desmedida de sus presas también contribuyen a su vulnerabilidad.
Históricamente, diversas acciones se han tomado para proteger al Águila Real. En 1994 fue catalogada como especie en peligro de extinción, y en 2010, la NOM-059-SEMARNAT-2010 la clasificó como amenazada. En 2017, se registraron 120 parejas reproductivas y 317 nidos, evidenciando esfuerzos de conservación.
El Centro Nacional de Control y Protección del Águila Real, inaugurado en 2017, es un hito en esta labor. Con 9,672 metros cuadrados y un costo de 14.9 millones de pesos, alberga a estas aves y promueve su conservación.
La lucha por preservar al Águila Real es un compromiso continuo. A pesar de los desafíos, la Profepa y diversas entidades han trabajado incansablemente para asegurar que este símbolo de la fauna mexicana continúe surcando los cielos de nuestro país.