Un equipo de científicos injerta neuronas humanas en el cerebro de ratas y logra influir en su comportamiento

El avance podría provocar una revolución en el conocimiento de las enfermedades psiquiátricas y neurodegenerativas, pero plantea delicadas preguntas éticas sobre el estatus moral de los roedores.
Un equipo de científicos de la Universidad de Stanford (EE UU) ha trasplantado neuronas humanas al cerebro de ratas recién nacidas y ha logrado que este tejido cerebral implantado se integre e influya en el comportamiento de los animales. El avance abre una nueva ventana para estudiar las enfermedades psiquiátricas, pero plantea espinosas cuestiones bioéticas, como cuál es el estatus moral de estas ratas con neuronas humanas.
El médico rumano Sergiu Pasca, de 40 años, ha dirigido los experimentos. Su grupo es especialista en producir “organoides cerebrales”: unas pelotitas de unos milímetros de diámetro con unos pocos millones de células, que sirven para estudiar en el laboratorio el funcionamiento de un órgano real, muchísimo más complejo. Un cerebro humano pesa un kilo y medio y tiene unos 86.000 millones de neuronas
El grupo de Pasca toma células de la piel de una persona y las rebobina mediante un cóctel químico hasta su estado embrionario, una fase en la que son capaces de convertirse en cualquier órgano del cuerpo: hígado, músculo, riñón, cerebro. Los científicos guían entonces a esas antiguas células de la piel para que se transformen en células cerebrales. Los investigadores han dado ahora un paso más y han trasplantado estas bolitas —similares a la corteza cerebral humana— al cerebro de ratas de unos tres días de edad, modificadas genéticamente para que carezcan de sistema inmune y se evite el rechazo. Las neuronas injertadas se han integrado con éxito: al tocar los bigotes de los animales, las células humanas se activan. Están implicadas en los sentidos de las ratas.
Pasca no cree que sus animales hayan desarrollado nada parecido a una conciencia humana, dado el tipo de células implicadas y su integración imperfecta. “Para comprender los trastornos psiquiátricos necesitamos mejores modelos. Y, cuanto más humanos sean estos modelos, más tendremos que abordar estas cuestiones éticas”, argumenta el médico, que desaconseja utilizar esta estrategia en monos o simios. “Necesitamos buscar un equilibrio entre los beneficios potenciales de evitar parte del sufrimiento provocado por estos trastornos cerebrales devastadores y los riesgos de generar modelos que sean demasiado parecidos a los humanos”, razona.
Su estudio se publica este miércoles en la revista Nature, punta de lanza de la mejor ciencia mundial. Entre los autores figura también el neurocientífico estadounidense Karl Deisseroth, padre de la optogenética, una revolucionaria técnica que permite activar o desactivar neuronas mediante ráfagas de láser, gracias a la introducción previa de genes de algas sensibles a la luz. Los investigadores han empleado esta herramienta en ratas entrenadas para lamer un tubo si quieren obtener agua. Al activarse sus neuronas humanas mediante luz, los roedores acuden a lamer el dispositivo, por lo que los científicos deducen que su corteza cerebral trasplantada participa en los procesos de aprendizaje.

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