Ciudad de México. Una vez, un campesino de un país latinoamericano, al que un médico cubano curó, afirmó que lo que más le impresionaba era que Cuba “no ofrecía lo que le sobraba, sino que compartía lo que tenía”.
La anécdota anterior la contó un cubano que, durante décadas, ha compartido bellos grafemas sonorizados con una intangible paleta de colores, con la que ha pintado ideas, pensamientos e introspecciones en el lienzo de la vida… en canciones.
–¿Una pieza musical es una trozo de energía que un humano materializa y comparte?
–Para mí, componer tiene mucho de juego; es como cuando era niño y me llevaban a un parque: horas de maravilla, pero se trata de una ciencia, sobre todo si uno no es de los que se conforman con la primera idea. Muchas canciones se me quedan en el limbo esperando la despedida, hasta que un día, a veces años después, volvemos a encontrarnos.
El hombre que habla dibujaba historietas en una revista cuando era joven, pero dejó el lápiz y el pincel, y también abandonó sus estudios de piano por coger una guitarra, con la que, desde ese tiempo decretó que la escritura y la música podían salvar al mundo. “Mi guitarra me ha acompañado la mayor parte de mi vida. Sin embargo, he sido desatento con ella, olvidadizo, aunque nunca ingrato. Me conoce y creo que no sólo me soporta, sino que incluso me malcría, porque cuando vuelvo después de las ausencias me sigue enamorando”.
No tengo un algoritmo
–Cada creador tiene un proceso único.
–Yo no tengo un algoritmo. Un día descubrí un tema en un ensayo. Suspendí la práctica y me fui a casa. De aquella pieza salieron otras dos, pero demoré tres meses en la articulación de los enlaces. Resuelto esto, en sólo unos minutos estuvo la pieza.
–En una canción, ¿se pueden ver colores?
–Las orquestas suelen trabajar el color y los instrumentistas suelen usarlo como recurso. No dudo de que en una canción pueda verse el color, además de escucharse.
Nacido en 1946 en San Antonio de los Baños, Silvio Rodríguez Domínguez es un bucólico que ha cantado a humanos, a la patria, a la amistad, al amor y al desamor, a la esperanza, a la muerte y a los sueños…
–¿Qué son los sueños para Silvio?
–Son potreros inmensos donde ángeles y demonios corren felices en total libertad.
Ama escribir… y, claro, cargar siempre con una cámara que quizá lo ayudará a captar “algún ovni”.
A través de correo electrónico, ofreció a La Jornada reflexiones sobre él y su terruño, entre ellas, la de la campaña a favor de otorgar el Premio Nobel de la Paz a los médicos cubanos de la brigada Henry Reeve.
“La calidad, pero sobre todo la humanidad de la medicina cubana, es un logro indiscutible”, cuenta. “Cuando se cumplieron 15 años de la fundación de la Henry Reeve, ésta ya había atendido a más de 4 millones de personas en Asia, África y América Latina, y había salvado más de 93 mil vidas”, argumenta.
Insiste: “Es un símbolo de la solidaridad universal e incluso un desafío a nuestras propias posibilidades”.
Cuando era niño, relata Silvio, en Cuba había médicos con conciencia y hospitales públicos, pero “no podían ofrecer la complejidad de tratamientos a todos los cubanos sin distinción, y menos gratis. A partir del triunfo revolucionario de 1959, muchos jóvenes empezaron a formarse como médicos y mejorar el sistema de salud… Fundar la investigación científica fue uno de los proyectos que Fidel Castro impulsó personalmente. Hoy día, el sistema de salud de Cuba continúa activo, pero con gran esfuerzo, por las carencias que nos impone el bloqueo de Estados Unidos”.
–¿Qué pasaría si no existiera el bloqueo?
–Están los que aseguran que nuestros males son culpa de éste. Pero también los que piensan que todo es por el gobierno. Mi opinión es que el bloqueo influye enormemente en nuestros problemas. Además, está el negocio del anticastrismo, que influye hasta en las elecciones estadunidenses. Yo pienso que si bajo el bloqueo más cruel hemos conseguido nuestras propias vacunas ¿de qué no seríamos capaces si viviéramos con las mismas oportunidades de los demás países?
–Estados Unidos pidió a Cuba tratar con “dignidad y respeto” a un artista disidente, pero continúa ahorcando al pueblo cubano.
–Recordamos invasiones armadas, lanchas rápidas tiroteando, paracaídas con armas para la subversión… El bloqueo empezó en 1960 con la suspensión de la cuota azucarera que Estados Unidos compraba a gobiernos complacientes de Cuba; hoy aplica sanciones al banco que realice una operación con nosotros; pone en lista negra a navieras que traen mercancía y multa a personas que nos visiten sin su permiso. Se trata de un plan para crear una crisis económica tan profunda que el pueblo llegue a odiar a su gobierno. ¿Tendrá que ver el abuso continuo de seis décadas con la decepción de algún joven?
Acepta que en Cuba también hay instituciones que a veces no actúan como deberían. Ejemplifica: “Uno de los primeros actos del presidente Díaz-Canel fue aprobar la creación de una fundación de ciudadanos de San Antonio de los Baños, que tiene el objetivo de detener el deterioro del río Ariguanabo. La fundación ha pedido varias veces al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente que ese hábitat sea declarado área protegida. No hubo respuesta. Sigue sin haberla… Como una vez: nuestro socialismo es bueno, pero perfectible”.
“La desconfianza fue cediendo con los años”
–Para la espera se lanzó sólo en plataformas. Hoy día, los cubanos están más al pendiente de la Internet. Pero hay huecos tecnológicos que son aprovechados por adversos al gobierno y al pueblo cubanos.
–La desconfianza inicial que hubo en Cuba con los que se marchaban fue cediendo con los años. Por eso no creo que sea la diáspora, o al menos toda, la que financia esos portales, aunque haya emigrantes que les guste llamarse exiliados y elijan sumarse a la hostilidad imperial. En Estados Unidos el anticastrismo es un viejo negocio que financia estaciones de radio y de televisión, programas, campañas y artistas que creen en eso. No tengo dudas de que hay gente pagada para inundarnos de malas opiniones. En Cuba están, como siempre, las posiciones extremas. Y también, desde la ortodoxia han habido acusaciones al “centrismo”, como si el equilibrio fuera reprobable.
A propósito de esto, publicó en su blog (Segunda cita) el texto Soy un hombre de centro (que vale la pena abordar).
–¿Es tiempo de ser autocrítico?
–Es imprescindible para avanzar. El cubano es un pueblo con una conciencia y una capacidad de resistencia más que probadas y la crítica y la autocrítica son ejercicios saludables.
Extraña a su gente de los barrios
Lo que más extraña es el encuentro con su gente, la de los barrios. “Extraño el contacto. Antes de la pandemia hacíamos uno o dos conciertos cada mes”.
–¿Cómo es la energía de esos encuentros?
–La mayoría son en los lugares más precarios. Esos encuentros han ido generando una complicidad. La gente ya sabe de qué se trata e invariablemente somos recibidos con un espíritu de cooperación. En los conciertos barriales lo único que no es igual a los habituales es que la música ocurre en las calles, frente a las casas de los espectadores. El propósito es hacerlos con la misma entrega que en el mejor teatro.
El moño del regalo de estas presentaciones es la presencia de niñas y niños: “Ellos nos han regalado sus dibujos, con todas las temáticas posibles, algunos inspirados en canciones. A veces se han puesto a dibujar alrededor del escenario, mientras dura la música. Los barrios están llenos de niños. Y las canciones también salen de los dibujos infantiles”.
Argelia Domínguez de León, madre del artista, falleció el pasado abril. El colibrí, que pertenece a su repertorio, era una pieza que cantaba con ella. “Por más que (T. S.) Eliot haya escrito que ‘abril es el mes más cruel’, el pobre no tiene culpa de nuestras penas. Esa canción la enseñó mi abuela materna a sus hijos y yo se la escuché a mi madre. Años después empecé a cantarla en las giras. Entonces descubrí versiones parecidas en varios países de latinoamérica. Lo curioso es que en todas partes decían que era de allí. Es una hermosa leyenda sobre el sacrificio del amor, por eso no tiene tiempo ni fronteras.
–¿Ha encontrado puentes entre la música y la pintura?
–Mi primer oficio fue el dibujo, el diseño, lo visual. A lo mejor eso se siente en algunas imágenes cantadas. Siempre ando con una cámara. Una vez me preguntaron que para qué, respondí que quería estar listo para captar un ovni. Sigo preparado.
–¿Por qué eligió leer un poema de Nicolás Guillén en su reciente encuentro con el Presidente de México?
–No es cualquier poema. Es La muralla, que expresa una idea de bondad y solidaridad, sin ceder a la perfidia.
Silvio primero conoció a Beatriz Gutiérrez, quien es una “intelectual brillante”; luego, a Andrés Manuel López Obrador cuando era jefe del gobierno de la Ciudad de México. “Hicimos algunos conciertos, confraternizamos. Nos veíamos siempre que iba a su país. Después acudí a apoyarlo cuando denunció el fraude presidencial… Siento afecto y respeto por él. Es un hombre consecuente con sus ideas; un trabajador de honradez ejemplar con un sueño de justicia para un pueblo admirable llamado México”.