Por Dayana Mendizabal
La definición tradicional de lenguaje como la «facultad del ser humano de expresarse y comunicarse» destaca su papel neutro y universal en la comunicación. Sin embargo, en la era de la información, la conexión constante a través de internet a menudo lleva a la creencia errónea de tener conocimientos amplios sin necesidad de un pensamiento detallado y razonado.
En este contexto, surge el debate sobre el lenguaje inclusivo, especialmente en el español, una lengua que abarca diversas variantes en todo el mundo. La Real Academia Española (RAE) define el «lenguaje inclusivo» como un conjunto de estrategias para evitar el uso genérico del masculino gramatical, sin implicar discriminación sexista.
Sin embargo, este debate despierta pasiones y carece a veces de racionalidad. La escritura inclusiva, que busca evitar la discriminación de género, se enfrenta a críticas en México y otros lugares. La intención de inclusión es apreciada, pero los argumentos a favor de cambiar la estructura lingüística establecida son considerados débiles.
Uno de los desafíos es que el español ya incluye a ambos géneros en el plural, lo que abarca a toda la población. Alterar esta lógica lingüística podría cambiar el sentido y la connotación de las expresiones. En resumen, el debate sobre el lenguaje inclusivo destaca la delgada línea entre la intención de inclusión y la preservación de la coherencia y lógica del lenguaje.
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